.EL PRIMER TRABAJO ES APRENDER A VIVIR

(Relatado por Madre Elvira)

En Medgujorge


“Muchos de nuestros jóvenes trabajaban antes de entrar en la Comunidad, algunos ganaban mucho dinero, otros viajaron, sin embargo, todo esto no sació sus corazones. También está el que nunca realizó un oficio viviendo en la pereza de la calle: el trabajo era robar, golpear, engañar, pasar el día.

La realidad del trabajo ocupa buena parte de la jornada comunitaria y es fundamental para la reconstrucción interior. El primer oficio que deben aprender los jóvenes es el de vivir. Trabajando reconstruyen su voluntad, aprenden responsabilidad. Vuelven a tener confianza en sí mismos, se descubren capaces de sacrificio, de esfuerzo, de constancia.

Descubren que se enriquecen no tanto con lo que hacen sino con cómo lo hacen. Experimentan que un plato cocinado con amor alimenta mejor y da alegría al corazón, que un trabajo bien hecho impresiona a quien lo hace y hace reflexionar al que lo ve, que un dormitorio bien limpio da serenidad y paz al alma. El trabajo en la Comunidad no es un fin en sí mismo, ni un motivo de orgullo personal, ni por ambición, ni para enriquecerse.

No es una falsa tabla de salvación ni la evasión donde refugiarse cuando se tienen dificultades sino que es un instrumento para renacer, para construir el diálogo, para crecer en la humildad, para descubrir los propios dones y lograr que den frutos, para disfrutar con alegría construir algo bello con sacrificio. El trabajo es, pues, la medida concreta de la profundidad de la oración que genera hábitos de servicio: ¡Se reza bien, se trabaja bien! ¡Quien trabaja bien, reza bien! ¡Y es más bello el trabajo realizado en conjunto porque un cansancio compartido, une; un sacrificio en común nos hace más amigos y más felices!

La Comunidad Cenáculo es una asociación cristiana que acoge a jóvenes descarriados, insatisfechos, desilusionados, desesperados, que desean encontrarse nuevamente a sí mismos, hallar el gozo y el sentido de la vida. Fue fundada en el mes de julio de 1983 gracias a la intuición de una mujer, sor Elvira Petrozzi, que quiso donar su propia vida en favor de los adictos y de los jóvenes descarriados.

Jesus


La sede principal de la Comunidad se halla en Saluzzo, en Italia. Hoy la Comunidad cuenta con 27 hermandades distribuidas en Italia y en el mundo (Francia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Brasil, Austria, República Dominicana, E.E.U.U., México), y alberga alrededor de 1.800 muchachos y muchachas.

Ella desea ser una luz en las tinieblas, un signo de Esperanza, el testimonio que la muerte no tiene la última palabra. Se propone a los jóvenes un estilo de vida simple, familiar, que hace descubrir de nuevo los dones del trabajo, de la amistad y de la Fe en la Palabra de Dios, encarnada en Jesús, el cual murió y resucitó por nosotros.

Creemos que únicamente en Jesús el hombre se encuentra nueva y plenamente a sí mismo y que nadie más que Aquél que lo ha creado, Dios Padre, esté en condición de reconstruir el corazón descarriado y perdido en una vida sin sentido. Nuestra fuerza desea ser el Amor, aquel amor que nace de la Cruz de Cristo y que da vida a los muertos, libera a los prisioneros, dona la vista a los ciegos. Agradecemos con ustedes al Señor porque nos hace espectadores cotidianos de su Resurrección, gracias a la cual vemos cada día retornar la sonrisa al rostro de aquél que había perdido toda Esperanza. Nuestra Comunidad no es terapéutica, sino una escuela de vida.


El problema de la droga tiene sus raíces en la familia porque sólo esta última tiene la posibilidad de prevenir el problema. A menudo una cosa común a muchos de nosotros los muchachos, ha sido la ausencia de una verdadera familia educadora, que transmitiera o buscara el diálogo, la ternura, la amistad. Todo lo que un hijo necesita. las familias que rechazan a Dios están desechas desde el comienzo, porque creen poder substituir los valores esenciales con cosas superfluas y así, en vez del amor se cultiva la ambiguedad y el tener todo e inmediatamente.

A menudo sucede que, cuando se llega a saber que se tiene un hijo adicto, los padres son los últimos en aceptar lo acaecido, muchos justifican y protegen a su propio hijo solamente por el temor al juicio de los vecinos, de los amigos y de los propios parientes. La familia debe encontrar de nuevo la unidad sin reprochar las culpas de uno o de los otros y a continuación, buscar un lugar o a alguien a quien poder pedir ayuda.

Jesus

Cuando los padres deciden llevar su hijo a la Comunidad, les pedimos cumplir nuestras reglas para prepararlo a esta decisión importante. El objetivo de la Comunidad es renovar la familia, hacer que ésta encuentre a Jesucristo, Salvador y Redentor. La droga puede ser cruz que asesina o cruz que salva. Nosotros amamos la vida y creemos en ella con todo el corazón así como creemos que la sonrisa de un muchacho que " vive " vale más que todo el oro del mundo. No crean que un adicto que entra en la Comunidad, siente inmediatamente el deseo de orar.

En principio se ora porque la Comunidad propone de manera resuelta la curación de nuestros corazones por medio de la oración poniéndose de rodillas todos los días, esto para un buen cristiano y para un muchacho normal sería difícil aceptarlo, imagínense para un adicto. Sin embargo, un muchacho que entra a la Comunidad no se haya en una situación " normal ", las más de las veces no sucede por una propia elección personal. Casi todos entramos de manera forzada porque ya no teníamos casa, muchos teníamos problemas con la ley y de cualquier modo, nos encontrabamos en situaciones desesperadas. Llegamos a tal punto que nadie quiere saber de nosotros, descartados por todos, sin futuro ni esperanza, despreciábamos la vida, la única espiral de luz vino de la Comunidad y en esta situación es más fácil decir que sí a la oración, aunque no se crea en ella ni se la comprenda. Nuestra Comunidad no es terapéutica, la única " terapia " que se aplica es la Cristoterapia.

A la luz de la oración descubrimos que los problemas no están fuera de nosotros, el problema principal no es la droga o la dependencia de una cosa cualquiera, sino el no saber vivir, la droga es sólo consecuencia de una vida equivocada, sin valores cristianos. El mal que hay que combatir cada díase llama egoísmo, indiferencia, odio, prepotencia y la vida simple de la Comunidad nos ayuda a evidenciar todos nuestros problemas, pero principalmente aprendemos a ser buenos, ya que se eres bueno, te sientes feliz. En nuestras fraternidades no existen fármacos o tratamientos substitutivos a base de psicofármacos, también la crisis de abstinencia de un muchacho nuevo que entra no es curada con medicinales de algún tipo, nuestra „medicina se llama el ángel custodio, que es concretamente un muchacho que vive en la Comunidad desde hace varios meses y que se encarga de él y lo cuida.

El tiene la tarea de transmitir al recién llegado el estilo de vida de la Comunidad, de vivir a su lado las veinticuatro horas del día, de trabajar con él y para él - ya que al principio no tiene voluntad - sufrir y llorar con él, que se halla luchando contra el llamado del mal y de la droga. Es un momento importante para la vida de ambos; para el ángel custodio, que en el sufrimiento aprende a amar, y para el recién llegado, que quizás por primera vez encuentra un amigo sincero y alguien que se ocupa de él sin algún interés. La Comunidad nos enseña cosas esenciales de la vida que anteriormente no habíamos querido aprender y nadie nos las había enseñado.

Para nosotros era normal confundir el placer con el gozo y en nuestra vida habíamos siempre perseguido los placeres más inmediatos, no pensabamos que el gozo pudiera nacer del sufrimiento, que significa ser débiles, frágiles, inferiores, mientras que ahora estamos aprendiendo que detrás de cada sufrimiento está el gozo. Solamente aquél que ha sufrido puede entender, amar, ayudar a otro que se se encuentra mal.

Nuestro camino en la Comunidad dura alrededor de tres, cuatro años, aunque no existe un período definitivo. Sor Elvira dice que podemos considerarnos preparados cuando habremos escogido la oración para toda la vida. La vida en la Comunidad es verdaderamente muy simple, pero también muy rica, se vive la oración en concreto basada en una amistad libre sin algún interés, las cosas materiales influyen poco, aprendemos que las personas son más importantes que las cosas futiles, el dinero, la carrera, nos enfrentamos con nuestras debilidades pidiendo ayuda a Jesús que se manifiesta también en los hermanos que nos rodean. Aprendemos a amar y a vivir la vida en la gran escuela del Cenáculo..

La Comunidad Cenáculo nació el 16 de julio de 1983, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, en la colina de Saluzzo (Cuneo, Italia), por iniciativa de Rita Petrozzi (Madre Elvira). Después de años de espera y oración, Madre Elvira recibió las llaves de una casa abandonada, que abrió para acoger aquellos jóvenes, que veía vagar tristes y desilusionados por las calles ante las falsas propuestas del mundo, drogados y perdidos. Comenzó esta “aventura” sin seguros materiales, pero con la única gran certeza de la fidelidad de Dios y con la intuición profunda de que lo que buscaban estos jóvenes no era algo, sino Alguien: ¡el rostro del Padre! Eran cada vez más las personas que pedían ayuda, por lo que surgió la necesidad de abrir más casas, primero en Italia y después en diferentes países del mundo. Se abrió así, de par en par, un horizonte misionero inesperado y nunca programado. Con el pasar de los años, se formó un grupo de personas de varios países que, sostenidas por el mismo carisma inspirador, caminaban juntas “de las tinieblas a la Luz”. La primera aprobación de la autoridad eclesiástica como asociación de fieles tuvo lugar en la fiesta de Pentecostés de 1998. El 16 de julio de 2009, el Consejo Pontificio para los Laicos decretó el reconocimiento de la Comunidad Cenáculo como asociación internacional de fieles..

La obra de la Comunidad Cenáculo, en un mundo de dificultades, ha dado origen a muchas casas, llamadas fraternidades, para la recuperación de los jóvenes con problemas ligados a las desviaciones y a la droga, y para la acogida y reeducación de los niños de la calle (en América Latina); a casas de oración; a centros de escucha para charlas con personas en dificultad; a grupos de familia para proporcionar ayuda a los padres marcados por los problemas de los hijos; a grupos de oración. La Comunidad vive el anuncio evangélico a través de musicales y recitales bíblicos realizados por los jóvenes y llevados a todas partes; con testimonios de vida en los colegios, en las parroquias y plazas, por medio de los medios de comunicación; mediante peregrinaciones marianas que se viven anualmente con los jóvenes, las familias y los amigos de la asociación; con vigilias de oración y jornadas de catequesis abiertas a todos; con semanas de retiros para los diferentes miembros de la Comunidad; un encuentro anual internacional Fiesta de la Vida, con cuatro días de oración, testimonios, catequesis, musicales bíblicos para alabar al Dios de la Vida.

Órganos de gobierno de la asociación son la Asamblea General y el Consejo Directivo, constituido por el presidente, el vicepresidente y los consejeros electos. La Comunidad Cenáculo está compuesta por miembros consagrados y miembros ordinarios. Los miembros consagrados practican la vida común, comprometiéndose con dedicación exclusiva a las actividades de la Comunidad. Su camino de preparación, discernimiento y formación dura por lo menos cinco años. Entre los miembros consagrados, los laicos y las laicas célibes que abrazan los consejos evangélicos son el núcleo portante de la Comunidad. Los miembros ordinarios participan en la vida de la asociación contribuyendo en la realización de los objetivos de servicio y testimonio cristiano en las condiciones ordinarias de la propia vida familiar, profesional y social. A la Comunidad Cenáculo están vinculadas las Hermanas Misioneras de la Resurrección, instituto de vida consacrada femenina nacido del carisma de la misma comunidad y al servicio de sus obras..

La Comunidad Cenáculo quiere ser un signo vivo del amor misericordioso de Dios para los jóvenes, las familias y las personas en general, heridas por la vida, marcadas por la cruz y a menudo alejadas de la fe, proponiéndoles la vida cristiana como única respuesta verdadera a las inquietudes del alma humana. No es sólo un lugar de hospitalización y de asistencia social, sino de educación del hombre a la libertad y esperanza a través de una clara propuesta de la experiencia cristiana, en la certeza de que el volver a descubrir la fe en Dios devuelve la dignidad y la belleza del hombre. Los miembros de la Comunidad buscan la propia santificación personal: por medio del testimonio y la misión, que consiste en la exigencia de anunciar que el encuentro con el Resucitado libera al hombre y lo convierte en testigo de la luz.