Pierre-Auguste Renoir fue uno de los pintores del grupo impresionista, centrado a diferencia de la mayoría de sus colegas paisajistas, en la figura humana. De hecho, Renoir gustaba del rococó y su rollo picarón y hedonista. Siguió siempre la tradición, adaptándola a los nuevos tiempos de pinceladas sueltas y pintores barbudos y nunca dejó de pintar la alegría de vivir, siempre diversión, siempre fiesta.

Renoir bebió también de las fuentes de Rubens (esos cuerpos nada anoréxicos) y sobre todo Corot (del que robó técnica y estilo). El sexto de siete hijos de un sastre y una costurera, Renoir ya dibujaba de pequeño sobre las paredes con trozos de carbón y jugaba a policías y ladrones en el Louvre.

Era cuestión de tiempo en empezar a aprender el oficio. Tras el trabajo en un taller de porcelana, acudió durante 3 años a cursos gratuitos de dibujo. Aunque eran muy humildes, los padres de Renoir nunca impidieron su sueño de ser artista, y con su apoyo, al final lo logró.